viernes, 6 de marzo de 2015

La historia de Manuel

Ensayo sobre On Bullshit de Harry G. Frankfurt

On Bullshit
Fuente: amazon.com
No me gustaría fantasear demasiado. Si a un extraterrestre le diese por visitar nuestro planeta, cosa que le desaconsejo encarecidamente, aterrizase en España un lunes al mediodía, encendiese la televisión y seleccionase Cuatro o laSexta, pensaría que un grupo de ilustres abogados está debatiendo sobre, por ejemplo, el futuro jurídico de Luís Bárcenas. Pero si ese extraterrestre, vamos a llamarle Manuel, volviese a conectar su televisor al día siguiente a la misma hora, pensaría que esos expertos abogados también son unos eminentes economistas que dominan términos complejos como “sicav” o “hipotecas subprime”. Manuel, excitado por el amplio conocimiento de estos terrícolas, esperaría con ansia la llegada del miércoles para sentarse frente a su televisión. Así, Manuel descubriría que los ilustres abogados y eminentes economistas también son expertos en aviación, eruditos politólogos, conocedores del Islam y todas sus ramas e ilustrados historiadores; entre otros muchos adjetivos que se encuadran en un solo término: tertuliano.

Manuel se aficionaría a estos programas —resulta que no solo los emiten por televisión al mediodía, están presentes por las tardes, los sábados por la noche, en la radio, en Internet…— para comprender qué ocurre en nuestro planeta y, tras horas y horas de visionado, se decidiría a ser tertuliano para obtener todo ese conocimiento. Pero no encontraría el grado de Tertulia audiovisual en ninguna universidad. Ninguna FP, grado medio o superior ni curso por correspondencia se adecuaría a sus deseos. “¿Pero dónde ha aprendido esta gente todo lo que sabe?”, se preguntaría Manuel. Nuestro amigo buscaría cuál es la profesión de esos tertulianos y el resultado de su investigación le sorprendería: periodistas. ¿Periodistas? ¿Pero cómo van a saber tanto unos periodistas? ¿Cómo les va a quedar tiempo para aprender todo lo que han aprendido si también  redactan noticias, persiguen a políticos y llaman a innumerables departamentos de prensa?

Pobre Manuel. Qué decepcionado estaría. Recién llegado a la Tierra y ya con un misterio incapaz de resolver. Tras un mes —puede que incluso dos— sin salir de su nave, viendo y escuchando tertulias y bebiendo alcohol sin levantarse de su sofá espacial, un pequeño libro llegaría a sus manos por azar. Durante una pausa publicitaria se decidiría a leer el libro —no sin esfuerzo porque no es fácil agarrar un libro tan pequeño con tentáculos— y, tras completarlo, por fin comprendería la verdad. Aquellos hombres y mujeres no eran tertulianos; eran charlatanes. Porque al charlatán no le importa si lo que está diciendo es cierto o no, busca alcanzar sus propios fines. Busca subir la audiencia. ¡Claro! Y Manuel hilaría sus inconexos pensamientos. Por eso los tertulianos se pelean entre ellos. Por eso cambian de discurso y empiezan a hablar de otros asuntos. Su habilidad no radica en hablar sin saber de qué hablan, sino en no importarles cuál es el asunto que están tratando. Todo es un gran espectáculo.

Pero a Manuel aún le quedaría una duda. ¿Por qué estos charlatanes se hacen llamar “periodistas”? Y Manuel no sabría responder a esa pregunta. Igual que yo.


Alejandro Santos

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