domingo, 3 de abril de 2016

La pinza a la que teme Ciudadanos

Decir esto no es muy profesional, pero todo el mundo me entiende cuando digo que a veces las buenas ideas salen con unas cervezas en la mesa. El otro día hablaba con mi amigo Nacho, simpatizante del partido naranja, sobre qué puede pasar si se repiten las elecciones y llegamos a una conclusión que le cambio la cara: encontramos el gran peligro para Albert Rivera.

Para que el partido naranja se hunda solo son necesarios dos ingredientes con nombres propios, aunque estos son difíciles de conseguir: Susana Díaz y Cristina Cifuentes.

En primer lugar, el asalto de Díaz al PSOE nacional ya parece estar más que claro. Medios como ABC, El Español, el Periódico, o laSexta ya hablan de la posibilidad abiertamente, sus compañeros del sur destacan que es “lógico” que se presente y en El Mundo afirman que “históricos del PSOE confían en Susana Díaz como relevo”, sin citar nombres. 

A pesar de ello, Pedro Sánchez está consiguiendo amarrar su cargo y ayer convenció a sus colegas de partido para aplazar el congreso en el que se elegirá al próximo Secretario General hasta que se haya formado Gobierno.

El pleno de investidura fallido de Sánchez tuvo lugar el 2 de marzo, por lo que el límite para elegir Presidente del Gobierno es el 2 de mayo, dos meses después. Esto quiere decir que, salvo que el PSOE explote en los últimos días de abril y se proponga a Susana Díaz como candidata sin pasar por primarias, la presidente de Andalucía no llegaría a tiempo para ser elegida Presidenta por el Congreso, pero sí para ser la candidata a unas elecciones anticipadas.

¿Cuál es la virtud de Susana Díaz? Puede atraer al votante socialista moderado que se ha ido a Ciudadanos. Quizá por eso el líder naranja en Andalucía, Juan Marín, ya ha advertido que si Díaz se va a Madrid, el pacto de gobierno entre ellos dos se rompería.

En segundo lugar tenemos a Cristina Cifuentes. Su caso es más complicado ya que tiene que afrontar varios problemas: el primero, el gran poder de Mariano Rajoy y el inmovilismo de la cúpula del partido. Aunque las juventudes del PP empiezan a enfadarse y algunos exlíderes ya han alzado la voz, Rajoy tiene bien atados a sus lacayos. Solo su dimisión podría desencadenar un proceso sucesorio, ya que no existe el aliciente de alcanzar la Moncloa porque el PSOE no les va a votar en una sesión de investidura.

Otro problema de la madrileña es que no es la única aspirante al puesto: Soraya Sáenz de Santamaría y Alberto Núñez Feijóo también son eternos candidatos a alcanzar la presidencia del partido. Ellos dos son más cercanos a Rajoy y esto les facilitaría la sucesión; quizá por ello Cifuentes siempre se ha mostrado partidaria de las primarias.

La única baza que puede jugar Cristina es, precisamente, la falta de democracia en su partido. No tener que pasar por las engorrosas primarias permitiría al PP de Cifuentes mostrarse como un partido sólido y unido mientras sus antagónicos del PSOE se enfrentan entre ellos mismos.

Como Díaz, Cifuentes es moderada para su electorado y, de nuevo, pescaría votos en las mismas aguas que Ciudadanos. Así pues, con estas dos dirigentes, el PP y el PSOE podrían ver un incremento en sus resultados a costa del partido de Albert Rivera, que lo tendría muy difícil para mantener su posición en el Parlamento.


Sin embargo, esta pinza puede llegar a convertirse en una trampa, ya que estos dos relevos no afectarían al electorado de Podemos y el resto de partidos tienen una presencia muy pequeña como para que una variación en sus resultados sea determinante. Por tanto, si Podemos no varía esencialmente sus resultados, la única solución posible para formar gobierno sería una gran coalición PP-PSOE. ¿Sería más sencilla con Cifuentes y Díaz al mando?

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