sábado, 14 de mayo de 2016

"Thunder and lightning, it's getting exciting"



“Rayos y truenos, esto se pone emocionante”. La política aprovecha las grietas de nuestra sociedad y se acaba colando por todas partes. Forma parte de nuestras vidas porque somos animales políticos, como dijo Aristóteles hace más de 23 siglos. Por tanto, no nos debería extrañar que también se acabase hablando de política en torno a algo como Eurovisión.

En Estocolmo ha habido actuaciones sobre el drama de los refugiados, la relación entre el hombre y las máquinas o la deportación de los tártaros de Crimea por Stalin. Pero no nos quedemos en lo explícito, vamos a ver qué subyace bajo esta edición del festival, que este año es mucho menos inocente de lo que parece.
songfestival.be y eqmusicblog.com

Los versos del titular de esta noticia son parte de la canción con la que Rusia compite este año. La letra tampoco tiene mucho misterio, es la típica historia de amor que supera obstáculos, algo que funciona en Eurovisión. Y precisamente por eso, y por una gran puesta en escena y un logrado ritmo, es cierto, es la favorita para ganar este año. Es la número uno en las casas de apuestas y también vencerá según la prensa acreditada al festival. 

¿Cuál es el mayor obstáculo de Sergey Lazarev, el cantante de esta canción? Su país. Según Amnistía Internacional, en Rusia “la propaganda de relaciones sexuales no tradicionales entre menores de edad” está prohibida y a los activistas LGTB se les impide “celebrar toda clase de concentraciones pacíficas”. Además, las agresiones a los homosexuales son frecuentes en el país.

La audiencia homosexual de Eurovisión es enorme —cosa lógica en un festival que en 2015 fue seguido por 197 millones de personas—. Barei, la representante de España este año, ya vaticinó la derrota de Rusia “porque el 90% de los que votan son gays”. Hasta el propio Lazarev ha tenido que declarar que su país no es homófobo, algo difícil de creer cuando unos días antes el representante de Israel era humillado en el aeropuerto de Moscú por ser homosexual.

Frente a esta situación tenemos a Amir, el representante de Francia, el otro gran favorito de las casas de apuestas y de la prensa. En el festival por excelencia del continente más diverso, nos encontramos con este cantante francés, que canta en inglés, y que tiene raíces judías, marroquíes y tunecinas.

Él no necesita aclarar que su país no es homófobo o asegurar a los asistentes que no sufrirán daño alguno si gana su país. Tan solo sonríe y canta, es decir, hace lo que debería hacerse en Eurovisión.


En este enfrentamiento entre Sergey y Amir, Amir debería ganar Eurovisión. Sería lo justo. Pero a veces lo justo no es lo necesario. Y puede que esta vez lo necesario sea que gane Rusia, para que en 2017 una oleada de homosexuales y simpatizantes con la causa invadan el país y que los 143 millones de rusos vean la diversidad de la que gozamos en Europa. Puede que, con un festival europeo, a su Gobierno no le quede más remedio que empezar a pensar como europeos.

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