lunes, 2 de mayo de 2016

La oportunidad de un cambio histórico

La palabra cambio asusta a unos y excita a otros, pero nos afecta a todos. Hemos sufrido muchos cambios desde 2008. Hemos cambiado todos los parlamentos autonómicos, los presidentes de 16 comunidades autónomas, cientos de alcaldes y alcaldesas, el Congreso de los Diputados, el Senado, el Presidente del Gobierno y, por cambiar, hasta el Rey ha cambiado.

Pero sobre todo hemos cambiado nosotros. Después de ver a nuestros amigos y familiares perder su trabajo, a las decenas de personas que hay cada noche rebuscando en las basuras de las grandes ciudades, a los comedores sociales trabajando a destajo o a Cáritas advirtiendo de que España es el segundo país de la UE con mayor pobreza infantil, no somos los mismos.

Aunque a veces no nos lo creamos, el Parlamento representa la voluntad popular, realmente lo hace. Y el Congreso es una buena prueba de ello. Mientras que España giró claramente a la derecha en 2011 para castigar las políticas económicas del PSOE, su voluntad no quedó tan clara en 2015. Si sumamos porcentajes, la izquierda obtuvo el 49,6% y 172 diputados, mientras que la derecha se quedó con el 46,43% y 178 diputados.  Vamos, lo que se suele llamar un empate técnico. Y un buen lío, ya de paso.

Nuestro Parlamento ha cambiado mucho en ocho años, pero parece que no ha sido un movimiento suficientemente poderoso. O nosotros fuimos demasiado suaves al votar el 20 de Diciembre o nuestros políticos son incapaces de ponerse de acuerdo. Pero como la realidad es multicausal, probablemente los dos factores sean correctos.

Fuimos algo conservadores permitiendo que los dos grandes partidos tradicionales volviesen a ganar y, al mismo tiempo, incapacitando a los nuevos a hacerlo. Nos quedamos a medio camino en el cambio que reclama mayoritariamente la sociedad.

Pero ahora parece que hay una nueva oportunidad, una nueva herramienta que se nos ofrece para articular este cambio del que tanto estoy hablando: la coalición Podemos-IU (o IU-Podemos o UP o como quiera que se vaya a llamar, eso es lo de menos). En diciembre, el número de votos que recibieron estos dos partidos ya superó a los del PSOE, aunque la ley electoral —como de costumbre— perjudicó a IU.

Que nadie se engañe, el objetivo no es superar al PP, no es empatar con los socialistas para gobernar juntos. El objetivo es superar al PSOE. Pero no porque sea el PSOE, sino por dar un puñetazo en el tablero político tan fuerte que haya que recolocar las piezas de una manera totalmente distinta, adecuada a los nuevos tiempos. Y ahora tenemos la posibilidad de dar ese puñetazo.

Y si este es el cambio que puede venir por la izquierda, Ciudadanos es, sin lugar a dudas, el cambio de la derecha. Más pragmáticos, más comunicativos, más jóvenes y, sobre todo, más limpios. El partido de Albert Rivera es la oportunidad para votar derecha —o centro, si es que eso realmente existe— sin mancharse las manos con el estiércol de la corrupción.


Ni Podemos ni Ciudadanos nos salvará de nuestros problemas, estos están en manos de personas mucho más poderosas que no salen por televisión. Pero si el Congreso refleja nuestra nueva forma de pensar, podrá poner en marcha nuestras nuevas ideas. El cambio debe llegar en junio.

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