domingo, 20 de marzo de 2016

La feminización del PP

Un profesor del instituto me contó una vez recordando sus tiempos mozos: “Cuando el instituto pasó a ser mixto, empezó a oler mejor”. Esto es exactamente lo que se pretende hacer con el Partido Popular: feminizarlo hasta que huela bien. Dejar atrás el aznarismo y, por supuesto, el marianismo para empezar una nueva época como un partido renovado, fresco y femenino.

Por supuesto que ha habido muchas mujeres importantes en el PP. Esperanza Aguirre fue Presidenta de la comunidad más importante de España, a Rita Barberá se la conocía como La alcaldesa de España y Celia Villalobos es vicepresidenta del Congreso de los Diputados. Pero este no es el ejemplo de lo que los cachorros del PP, que poco a poco están acaparando poder en el partido, quieren hacer. Más bien es el antiejemplo.

El objetivo es alejarse del ultraliberalismo de Aguirre, el presunto coqueteo con la corrupción de Barberá y la brabuconería de Villabos o de la exalcaldesa de Alicante, Sonia Castedo —la mujer que hacía fiestas del pijama con constructores imputados mientras acusaba a los concejales de Izquierda Unida de oler mal—.

Y justo ahí, en esa oposición a estos altos cargos ya en retirada, se encuentran las futuras mujeres del partido: Soraya Sáenz de Santamaría, Cristina Cifuentes y Andrea Levy. Cada una con perfiles distintos, es cierto. Santamaría es tecnócrata y está (casi) limpia de corrupción. Cifuentes es capaz de conectar con los votantes de centro y de pactar con sus líderes, como ha hecho con Ciudadanos. Levy es amable, joven y ha demostrado su valía en uno de los territorios más complicados para el PP: Cataluña.

Sin renunciar al corazón del argumentario del partido, sus ideas se encuentran relativamente lejos de las que transmiten los líderes más odiados como Cristóbal Montoro, José Ignacio Wert o Mariano Rajoy. Abogan por la transparencia y la democratización del PP, algo que aterra a los actuales dirigentes pero que puede salvarles de la catástrofe que puede provocar la retirada del líder. La propia Cifuentes pide abiertamente que se realicen primarias en este y otros procesos de sucesión.

Es cierto que sería ingenuo pensar que este deseo de participación de los militantes no proviene de un interés personal. Tanto Santamaría como Cifuentes son dos de las populares mejor posicionadas para alcanzar la presidencia del partido y, en caso de que tengan que competir contra el paisano de Rajoy, Alberto Núñez Feijóo, la consulta a las bases es un buen arma para ganar esa batalla.


En cualquier caso, unas primarias acabarían con la imagen carca del partido y le darían una nueva oportunidad de gobernar el país en las próximas elecciones. Si a esto le sumamos que haya una candidata en lugar de un candidato y que esta tenga ideas del Siglo XXI y no del XIX —como ha ocurrido hasta ahora— la Moncloa podría recuperar su tono azul.

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