miércoles, 2 de septiembre de 2015

La cámara de los secretos

  • Barberá, Fabra y Rudi, senadores
lamoncloa.gob.es

El Senado de España oculta un gran secreto. Un misterio que, aparentemente, nadie conoce. Un enigma que lleva rondando por nuestra conciencia colectiva durante años sin que aún hayamos obtenido una respuesta clara y concisa. ¿Para qué sirve?

  • Opción A: Es una cámara de representación territorial
Esta era la idea original. En la Transición, ante el miedo latente de que Madrid decidiese el devenir de todo el reino sin tener en cuenta los intereses autonómicos, se decidió que el papel de los miembros de la Cámara Alta fuera el de velar por sus respectivos territorios. Por ejemplo, si un proyecto beneficioso para la ciudad de Madrid pero perjudicial para Andalucía era aprobado en el Congreso, el Senado tendría el poder para detenerlo. A cada provincia le corresponden cuatro senadores, por lo que el número de diputados andaluces es mucho mayor que el de sus homólogos madrileños.

Pero llegaron los Estatutos de Autonomía y hoy en día los ejecutivos autonómicos tienen numerosas competencias transferidas. Además, en la práctica los senadores no responden ante sus territorios, sino ante sus partidos. Por tanto, la decisión que haya tomado el partido mayoritario en el Congreso será aprobada por sus compañeros parlamentarios del Senado.

  • Opción B: Es una cámara de segunda lectura
Mira, esto es cierto. Todos los proyectos de ley que son aprobados por el Congreso deben tener el visto bueno del Senado para ver la luz. La Cámara Alta tiene el poder de vetar o enmendar un proyecto de ley pero, si eso ocurre, este vuelve al Congreso. En pocas palabras, al final siempre decide el Congreso. El Senado sólo puede cacarear lo que le llega de su hermano mayor.

  • Opción C: Es un “cementerio de elefantes”
Esta expresión, repetida hasta la saciedad por los analistas y periodistas faltos de originalidad, hace referencia a la numerosa presencia de expresidentes autonómicos en la cámara. Ayer tomaron posesión dos: Alberto Fabra, de la Comunidad Valenciana, y Luisa Fernanda Rudi, de Aragón. Con ellos, la exalcaldesa de Valencia, Rita Barberá. No se sentirán marginados; allí se encontrarán con otros de su alcurnia como Montilla, Lerma, Iglesias (de nombre Marcelino, no se asusten), o Bauzá. Precisamente, Barberá y Fabra expresaron ayer que el Senado no es una “cámara de elefantes”. Mala señal, en todo caso, si tienen que aclararlo antes de empezar su labor.

¿Entonces qué hacemos? ¿Cerrarlo? El PSOE lo propuso en 2013 y Podemos también aboga por su supresión. ¿Modificarlo? Esa es la idea del PP. ¿En qué sentido? Em… Bueno, eso ya es más complicado. Es complicado porque, en fin, es muy útil para aparcar a gente cuando ya no nos vale pero tampoco queremos pegarle una patada. Igual que es muy útil tener controlado el Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Constitucional. ¿Sabes lo cómodamente que se vive así?


Pero esa época terminó. Ya no vale con extender los tentáculos del partido para impregnar todas las instituciones posibles y atarlas en corto. Porque el tiempo de las mayorías absolutas se ha acabado. El momento en el que la ciudadanía no se interesaba por las triquiñuelas de la política murió hace tiempo. La pregunta es quiénes sabrán avanzar de una época a otra, quiénes sobrevivirán. Ese es el gran secreto.

Alejandro Santos
@santosbenedi

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