martes, 15 de diciembre de 2015

Round 3: La escenificación del hartazgo

@lasextanoticias

Yo quería hablar de cómo fue el debate de anoche. Quería hablar de las propuestas que presentaron los candidatos del PP y del PSOE. Quería hablar del carisma de los candidatos y de su habilidad confrontando ideas. Quería pero no voy a hacerlo. La razón es muy simple: anoche no me enteré de nada

¿Cómo voy a entender algo entre el barullo que formó el bipartidismo? Es más, ¿cómo voy a mantener la atención durante casi dos horas con un constante e incongruente cruce de datos y con un soporífero e infantil "y tú más"?

Si ya era difícil que en un debate como este alguien cambiase el sentido de su voto –¿quién va a estar dudando entre votar al PP o al PSOE?–, aún más difícil fue que alguno de los telespectadores se ilusionase con Mariano Rajoy o con Pedro Sánchez como para votarle el próximo 20 de diciembre. ¿Serán los ausentes los ganadores del debate?



Pedro Sánchez
Parece que las encuestas publicadas ayer en la mayoría de los medios (como El País, ABC o La Razón) dieron ánimos al líder socialista, que se mostró más combativo que en los debates organizados por El País y Atresmedia

Estas experiencias previas han enseñado un par de cosas a Sánchez como usar datos o emplear ejemplos con personas, que son los que llegan verdaderamente al espectador. Además, tuvo momentos destacables como la defensa de los dependientes que han dejado de recibir ayudas con el gobierno del PP.

Su estrategia se basó en enfadar a Rajoy para mostrarse como un verdadero candidato a la Presidencia del Gobierno, especialmente con la corrupción que ha azotado a los populares durante esta legislatura. Pero Mariano siempre está tranquilo, ese ardid nunca funcionará con él. Ese es su punto fuerte. Incluso cuando Sánchez le acusó de "no ser un político decente", Rajoy se mostró bravo y con genio, pero no cabreado.

Pero el error básico de Pedro Sánchez sigue siendo su falta de propuestas, o más bien la falta de capacidad para comunicarlas, como plantearon anoche en Hora 25. Los socialistas aún tienen que comprender que en estas elecciones se votará con ilusión y no con melancolía. Por cierto, prometer que facilitará los trámites para votar desde el extranjero cuando estos ya han votado no es un buen método para ganarse su apoyo.

La crítica constante a los cuatro años de la Administración Rajoy no funcionará sin un proyecto de futuro que aúne a los votantes de izquierdas.

Nota: 6,5



Mariano Rajoy
El Presidente del Gobierno salió muy fuerte al debate pero se desinfló pronto. No gastó energías en negar los recortes o la corrupción y utilizó esos minutos para prometer que creará empleo y para destacar los puntos fuertes de nuestro país. Ese es el Rajoy presidenciable que gana votos, el que apareció en casa de Bertín Osborne pero que suele permanecer dormido.

Y sería la hora intempestiva, porque a partir de la primera media hora ese Rajoy se durmió y el candidato del Partido Popular se puso a la defensiva. Todas las afirmaciones del líder de la oposición eran o falsas o ineficaces. Ni una crítica de fondo, no nos vayamos a herniar. 

Mariano cometió grandes errores como intentar negar el rescate bancario, centrarse durante todo el debate en la economía y ser condescendiente con su contrincante. A pesar de que se agenció algún punto como rebajar a Pedro Sánchez por utilizar en el debate la violencia de género, el candidato popular no volvió a destacar. No se mostró como un verdadero Presidente del Gobierno.

La avalancha de datos, la falta de humanidad y, especialmente, la enorme mochila que carga Rajoy llena de corrupción y paro, lastraron a un Presidente que podía haber ganado el debate si hubiese sido capaz de mantener el ritmo de la primera media hora. Un gatillazo que habría sido una verdadera calamidad si su rival hubiese sido Albert Rivera, pero que no significará una gran pérdida de votos.

Nota: 6


El debate fue aburrido y los contendientes, mediocres. Se dividió entre un ruido blanco indescifrable por las continuas interrupciones sinsentido y un constante recordatorio de lo que el otro ha hecho mal en el pasado. Pocas propuestas y aún menos ilusión. 

En definitiva, dos monólogos que consiguieron atraer muy pocos votos y un formato que ya debería estar superado en una televisión pública del Siglo XXI. Un último aullido de un bipartidismo que agoniza y busca salvarse desesperadamente. ¿Lo conseguirá?

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