domingo, 22 de noviembre de 2015

No quiero tener miedo

  • Tras los atentados de París, llega el momento de la alta política
grupojoly.com

Como en Resistiré, voy a apelar a la novela 1984 de George Orwell. Uno de los dogmas que se repite en ese Estado distópico es “La guerra es la paz”. La estabilidad se consigue mediante la unión de un país, mediante la ausencia de conflictos internos y, para el Gran Hermano, la única forma de amalgamar a una nación es enfrentándola a un enemigo externo. Con una constante lucha contra el invasor, el vecino, el malvado o el terrorista.

¿Qué debemos hacer para acabar con el Estado Islámico? ¿Enviar tropas a ese territorio? ¿Seguir con los bombardeos? ¿Cortar su financiación? Yo no lo sé. Por eso votaré el próximo 20 de diciembre. Porque quiero delegar mi trocito de soberanía nacional en un representante que tiene los medios necesarios para tomar una decisión, en un político que velará por mis intereses. Esto es la democracia representativa. Pero, ¿funciona así nuestro sistema o los políticos utilizan el poder que les otorgamos para mantenerse en el trono?

Según todas las encuestas, el PP perderá su mayoría absoluta en diciembre. ¿Cómo va a reaccionar Mariano Rajoy? ¿Y el resto de candidatos ante ese botín? La guerra es la paz. El discurso del miedo da votos. Y no piensen que no compraríamos esa dialéctica porque el Frente Nacional lleva utilizándola desde hace décadas y fue primera fuerza en las elecciones europeas con el 26% de los votos.

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Yo no quiero un Frente Nacional en mí país. No quiero que mis representantes me asusten. Afirmaciones como “entre los refugiados hay muchos yihadistas”, pronunciada por Javier Maroto y desmentida por ACNUR, crean miedo a menos de un mes para el 20D.

¿Se resistirán los candidatos a utilizar el miedo? Los cuatro tienen posibilidades de alcanzar la Moncloa y están dispuestos a lograrlo. Pero, por el bien de todos, deben mantenerse firmes y con la cabeza fría. La utilización de un asunto como la guerra en Siria y el yihadismo es tan peligrosa que podría revolucionar todo el escenario político. Y no sería la primera vez.

En el contexto de la guerra de Irak y, concretamente, en los días posteriores al 11M, el Gobierno de José María Aznar utilizó todos los medios a su alcance para mantener la tesis de la autoría de ETA. Todo a pesar de que, desde el mismo día del atentado, ya se apuntaba al yihadismo como responsable de la masacre. ¿Qué da más miedo? ¿Al-Qaeda o ETA? ¿Los terroristas de Pakistán o los vascos? ¿Los que están más lejos o los que están más cerca?

A Aznar no le salió bien. Su gobierno ya estaba cuestionado por entrar en la guerra de Irak y las pruebas a favor de la tesis yihadista eran tan abrumadoras que la mentira que construyeron fue imposible de sostener. Pero los partidos han aprendido de esa experiencia y ahora cuentan con un arma más sofisticada: el pacto yihadista.


Quien no se une a este pacto está con los terroristas y quien se une es un asesino de población civil. Ninguna solución es acertada ni da votos por sí sola. Entonces, ¿qué deberían hacer los partidos? Su deber. Hacer uso de los poderes que les hemos otorgado para realizar lo mejor para nuestro país, para realizar su trabajo. El momento que vivimos es tan delicado que los candidatos deben dejar de hacer de políticos y pasar a ser políticos.

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